Blogia
ENOLOGIA

LA CERVEZA SANTA

 

WESTVLETEREN, Bélgica - Los monjes trapenses en el monasterio de San Sixto han hecho votos de pobreza y castidad y no comen carne roja. Sólo hablan cuando es necesario. Pero uno puede hablar con ellos a través del teléfono de la cerveza.   Desde 1839, estos monjes elaboran la cerveza Westvleteren en su monasterio cerca de la frontera con Francia. Su cerveza, que tiene 10,2% de alcohol, está entre las más cotizadas del mundo. En bares desde Bruselas hasta Boston, así como en la Web, una botella de 312 mililitros se vende por más de US$ 15. Eso es 10 veces más de lo que cobran los monjes, si es que puede conseguirla directamente.  

Para los 26 monjes de San Sixto, este éxito ha traído una resaca espiritual, a medida que tratan de mantener un equilibrio entre un mercado insaciable y su vida de contemplación. Los monjes están haciendo su mejor esfuerzo para resistirse a crecer. No tienen anuncios y no ponen etiquetas en sus botellas. No aumentan la producción desde 1946. Sólo venden su cerveza en el portón del monasterio. Hay que hacer una cita para comprar y existe un límite: máximo dos cajas de 24 cervezas al mes. Como la escasez ha creado un mercado gris en Internet, los monjes monitorean la Web y tratan de detener a los revendedores.

"Vendemos cerveza para vivir, y no al revés", dice el hermano Joris, director de la cervecera que viste túnica blanca. Sin embargo, los amantes de la cerveza parecen vivir para Westvleteren.   Cuando Jill Nachtman, una estadounidense que vive en Zurich, quiso probarla hace poco, llamó a la línea que todo mundo conoce como el "teléfono de la cerveza". Tras una hora de tono ocupado, finalmente pudo concertar una cita. Manejó 16 horas para recoger su cerveza. "Si incluyo la gasolina, el hotel y la cerveza, gasté US$ 20 por botella", dice.  

Hasta que los monjes instalaron un nuevo conmutador y definieron un sistema de citas hace dos años, la red telefónica local colapsaba en ocasiones por el enorme flujo de llamadas. A la espera de recoger sus cervezas, los autos hacían filas de kilómetros en la carretera vecinal de un solo carril. "Esta cerveza es adictiva, como el chocolate", dice Luc Lannoo, un belga desempleado de 36 años de Gante, un pueblo a una hora de distancia, mientras carga sus dos cajas de Westvleteren en su auto en el portón de San Sixto. "Yo tengo que venir cada mes."  

"Sin duda, (la Westvleteren) es el Santo Grial de las cervezas", afirma Remi Johnson, gerente de Publick House, un bar de Boston que ofrece la Westvleteren en su menú, pero rara vez la tiene.   Algunos amantes de la cerveza dicen que toda la excitación en torno a la Westvleteren se exacerba por la escasez. "Es una cerveza muy buena", dice Jef van der Steen, un fabricante de cerveza y autor de un libro sobre los monjes trapenses y su cerveza. "Pero me recuerda a una estrella de cine con la que uno se quiere acostar porque es inaccesible, aun cuando tu esposa se vea igual de bien."  

Gracias al teléfono de la cerveza, ya no hay filas de autos fuera del monasterio. Pero la producción sigue igual, 60.000 cajas de cerveza al año, mientras que la demanda es más alta que nunca. Westvleteren se ha convertido en casi imposible de encontrar, incluso en bares especializados en cerveza de Bruselas o en lugares cercanos al monasterio.   Incrementar la producción no es una opción, afirma el hermano Joris, de 47 años, que dice que abandonó una carrera estresante en Bruselas para irse a San Sixto hace 14 años. "Puede interferir con nuestro trabajo como monjes", dice.  

Hay otros monasterios cercanos que también fabrican cerveza, pero le hacen publicidad, la exportan y ganan dinero. No así los de San Sixto. Ellos sólo se dedican a la fabricación de la cerveza unos cuantos días al mes y usan una receta que han mantenido en secreto por casi 170 años.   En los años 80, los monjes incluso debatieron si debían continuar haciendo algo con lo que la gente se emborrachaba. "No es deshonroso producir cerveza para vivir. Somos monjes de Occidente: moderación es una palabra clave en nuestro ascetismo", dice el hermano Joris en una entrevista aparte por email. "Decidimos mantener nuestras capacidades tradicionales en vez de criar conejos". ¡Ah! El número es +32-70-210045. - Por John Miller - The Wall Street Journal

0 comentarios