TENDENCIAS DEL BAR
"Cuando empezamos en 1987", dice Jordi Reig, "servíamos sobre todo cubalibres en vaso largo, copas de batalla. Pero el local era bonito, el servicio esmerado y los clientes empezaron a pedir combinados más exóticos: mojito, daiquiri, manhattan, whisky sour... Queríamos atenderlos, y desde entonces la bola no ha hecho más que crecer". La bola es, en este caso, la famosa coctelería barcelonesa Torre Rosa, y Reig uno de los más célebres bármanes españoles.
¿Por qué este auge del cóctel? Para Reig, "es una continuación del boom gastronómico de los noventa, de la pasión en las últimas décadas por saber de vino y celebrar el buen vivir". Para Javier de las Muelas, dueño y barman del Dry Martini (según los expertos, uno de los diez mejores bares del mundo), es por el triunfo de unos valores: "Los bares son iglesias donde los protagonistas y feligreses son los clientes. El cóctel es, más que una bebida, una experiencia, y el barman no es alguien que tenga que distraernos, sino facilitarnos una charla agradable".
Más ’glamour’ que alcohol
Los (buenos) bares, es verdad, han cambiado. Los lúgubres antros con olor a taberna se han convertido en templos del detalle y el buen gusto. El contenido alcohólico se ha aligerado. Hay más luz. Y se acabó el desvestir a las mujeres con la mirada, porque precisamente fueron ellas quienes trajeron esta revolución.
Como dice De las Muelas, "el gintonic es un ejemplo: antes era una bebida masculina, casi de alcohólico, y ahora se hace poco cargado. Se ha transformado en un long drink para disfrutar y conversar, porque las bebidas, como la vida, deben combinar eficacia con dulzura, valores femeninos". Reig suscribe estas palabras: "La bebida elegante gusta a todos los clientes. Antes, ellos pedían ron, whisky o vodka, y ellas Baileys. Ahora todos beben cócteles, a poder ser en copa grande y con mucho hielo, fruta y muy buen servicio".
El barman perfecto
¿Y cómo anda el servicio en España? Para De las Muelas ha cambiado, pero tiene que hacerlo todavía más. "A muchos bármanes les falta productividad: o son muy amables pero poco resolutivos o son máquinas antipáticas. Hay que combinar la cultura de la amabilidad con hacer las cosas a la perfección. Los clientes se ganan de uno en uno, pero se pierden muy rápido".
Reig también considera que "es bueno que en España haya tanta oferta, pero quizá hay demasiada gente con poca preparación. Como hacer cócteles está de moda, todo el mundo quiere subirse al carro, pero muchos no tienen suficiente experiencia. Se puede aprender a hacer un cóctel en una tarde, pero para trabajar como barman se necesitan años de aprendizaje, pasión y trabajo".
Los dos maestros del combinado coinciden, eso sí, en que ya no estamos tan lejos de mecas del cóctel como Inglaterra o EE UU. "Quizá en Londres, Ámsterdam o Nueva York", afirma Reig, "se tiende cada vez más a un ambiente discotequero, pero los buenos bares clásicos son casi iguales en todo el mundo". ¿Y en el futuro? Para él, vendrá el auge de "los cócteles estilo tiki, la antigua coctelería hawaiana tan de moda en los años cuarenta".
Frente a la sobriedad del martini y el manhattan, los tragos coloridos y playeros, con ingredientes frutales y mucho exotismo. Algo, en resumen, que transmita alegría y evasión a ánimos alicaídos. ¡Salud!
El ’gintonic’ perfecto
Que los asiduos al whisky, ron o vodka no se enfaden, pero la bebida de moda es el gintonic. De las Muelas explicaba, durante una fiesta de Schweppes, marca de la que es imagen, cómo hacer el mejor gintonic: "La burbuja es fundamental, así como la combinación de cítricos. Hay locura por usar muchas cosas, pero un gintonic no es una ensalada: bastan siete u ocho cubitos de hielo, seis centilitros de buena ginebra y un tercio de litro de buena tónica. Se remueve con suavidad con una cucharilla de bar, se sirve en un vaso alto y ancho, una rodaja de lima, y listo". Ginebras con matices o tónicas especiales harán de cada gintonic un mundo.
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