La tradicional Fiesta de la Cerveza, considerada el mayor festejo popular del mundo, batió esta temporada un nuevo récord de consumo de cerveza.
Aunque este año la fiesta atrajo a alrededor de 6,2 millones de personas, casi 300.000 personas menos que el año pasado, jamás se bebió tanto en una Oktoberfest como en esta ocasión. Durante los 16 días que duró la fiesta se vendieron 6,7 millones de tarros de cerveza, que en Múnich son de un litro y cuestan 7,90 euros.
Se comieron 104 bueyes, dos más que el año pasado, todo un récord. En total, la venta de comidas aumento en un 10 por ciento, afirmaron los organizadores de la fiesta, que además destacaron que no se registró prácticamente ningún problema mayor, salvo algunas escaramuzas por efectos del alcohol.
Menos gente bebe más: Entre las anécdotas "simpáticas" de esta fiesta cervecera se encuentra la de un alemán que había bebido por lo visto demás y quedó atrapado por 12 horas en una chimenea.
Después de tomarse unas cervecitas fue en busca de un amigo y al darse cuenta de que su amigo no estaba en casa, el hombre de 27 años escaló por el techo de un edificio vecino y se introdujo por que lo creyó era una brecha en la pared entre ambos inmuebles. El hombre resbaló de cabeza casi 30 metros por una chimenea y fue liberado 12 horas después cuando el conserje de un hotel vecino escuchó sus llamados de auxilio y llamó a los bomberos, quienes hicieron un agujero en un lado de la chimenea para liberarlo. Además de la horrible resaca el joven tuvo suerte y salió de la chimenea sólo con leves heridas, algunas raspaduras y moretones.
El rebaño perdido: Otra anécdota simpática, aunque no haga reír mucho al Arzobispado de Múnich, es la del sacerdote católico Rainer Maria Schießler quien por segunda vez trabajó de camarero durante la fiesta de la cerveza. El sacerdote, que prescindió del hábito acostumbrado ignoró las amonestaciones de su jefe el Arzobispo quien considera que los curas no deberían ir por ahí jugando a ser camareros.
El trabajo en la Oktoberfest le proporciona una inmensa experiencia de vida, se justifica el padre Rainer, quien "enviaría allí a cualquier sacerdote para que practicara". Una argumentación convincente tomando en cuenta lo solitarias que están las iglesias por estos días. Fuente: DW-World.DE
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