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ENOLOGIA

ENOTURISMO - VINOS DE CARLOS FALCÓ

 

JUAN FERNÁNDEZ-CUESTA

Tierra, agua, luz... Aire por respirar. Un paisaje de viñas y encinas. De libertad. Malpica de Tajo. Cepas de cabernet sauvignon, luego syrah y petit verdot. Hoy es también graciano, y sus tres hijas. Carlos Falcó sabe a verdad. Como sus vinos. Son Dominio de Valdepusa. Y Emeritus. Summa Varietalis, también.

Por supuesto, El Rincón. No todos viven en Malpica. Y pronto habrá más. Viñas, encinas, perdices que levantan el vuelo... Libertad. Un día en el campo. Las nubes dejan un rastro blanco en el cielo, y abajo, tierra caliza y arcilla, hileras de cepas que conducen al horizonte.

La brisa te siente, te acompaña también en esas horas que no son mañana ya, tampoco tarde. Todo sabe a verdad, y es verdad. Decenas de paisajes han quedado atrás, pero Malpica es distinto. Una sensación nueva. Natural. Depósitos, fermentaciones, barricas, botelleros, envejecimientos... Sí, claro. Por supuesto, la tecnología aplicada al viñedo: estación meteorológica, medidores del estrés de la viña... Todo es natural. Esa es la diferencia.

Cuando paseas y sientes. Cuando escuchas y sientes. Cuando catas. Y tus cinco sentidos sienten. A Malpica de Tajo nos la podemos encontrar. Existe en la provincia de Toledo. Desde Madrid, es la carretera de Extremadura nuestro camino. Poco más de cien kilómetros antes de llegar. Primero, autovía. Luego, la comarcal 4015. Es la Finca Casa de Vacas y la aventura del enoturismo está por descubrir, pero en marcha, y todo se puede visitar.

Esta vez, en cambio, Carlos Falcó sólo quería compartir unos momentos. Aportar felicidad cuando catas sus vinos, que es de lo que se trataba, de catar y disfrutar. Por orden de aparición, vivimos envueltos por El Rincón (2004 y 2005 en todos los casos), Summa Varietalis, Dominio de Valdepusa syrah, Dominio de Valdepusa cabernet sauvignon, Dominio de Valdepusa petit verdot y Emeritus. Con el añadido del 3-A de graciano, que saldrá al mercado en otoño.

Quizá ahora, cuando días después sobreviven aromas y sensaciones, y los recuerdos te empujan a rememorar otras catas, te recreas en el diálogo, en ese intercambio de sentimientos que provocaba cada uno de esos vinos, en la palabra que flotaba a uno y otro lado de la mesa, en el sentido de la inteligencia que imponían las mujeres, en la elegancia. También era la verdad del 2005, una añada excelente aún por descubrir, y la deidad del Emeritus.

Todo era cierto, como ese syrah de 2004 inmenso, vivo, lleno de flores, violetas, pleno de equilibrio... Y acabamos con una sorpresa. El juego del enólogo que sirve, como quien no quiere impresionar, un petit verdot con una década de vida y de una añada cualquiera. Pues ahí está. Un petit verdot de 1997 en libertad. No había mejor final. ABC.es

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