un pionero
En la gran evolución del vino español de los últimos 30 años Alejandro Fernández ha sido un personaje fundamental. Sin él ese cambio se hubiese dado también, pero, posiblemente, más tarde o de forma más lenta.
Pesquera de Duero era, en 1932 cuando nació Alejandro Fernández, un pueblo como casi todos los de Castilla. La agricultura era su base y entre ella destacaba con brillo propio el vino.
Alejandro Fernández nació en una familia sencilla y nunca desperdició la oportunidad de demostrar su enorme creatividad. Fue carpintero, herrero y creador de máquinas para el campo. Todavía hoy tiene dos patentes de máquinas para recoger la remolacha. Él las hacía en su taller de Pesquera y él se encargaba de venderlas y cobrarlas.
Incluso en los momentos más difíciles siempre tuvo el vino como objetivo. Cuando la situación económica se lo permitió, Alejandro decidió hacer su sueño realidad. Se pone a plantar viñedos en un momento en que todos los arrancaban para poner en su lugar remolacha, menos trabajosa y más rentable.
Es así como nace Tinto Pesquera. Enamorado de su pueblo, cuando en 1975 comercializó su primer vino escoge para presidir sus botellas el arco y la torre de Pesquera.
No es posible hablar del actual vino español sin reflejar el papel determinante que ha jugado Alejandro Fernández en su configuración. Cuando aparece Tinto Pesquera los vinos que se bebían en España no se parecían nada a los que ahora bebemos. Estaban en la línea de los riojas clásicos, poco color, escaso cuerpo y marcada presencia de la madera.
El vino que crea Alejandro es de un estilo diferente. Color más intenso, en la línea de los granates y no de los tejas. Un vino concentrado, con predominio de la fruta sobre la madera, tánico y concebido para vivir muchos años en botella. Embotellado sin filtrar, siempre tuvo posos, que en esa época muchos no entendieron.
Las causas que llevan a Alejandro Fernández a sacar un vino tan diferente las explica de forma sencilla
En Pesquera desde siempre se hacían los vinos así, con más color y más cuerpo, y yo quise seguir con ese estilo, pero haciendo las cosas mejor. Vendimiando a tiempo, seleccionando la uva, elaborando bien y cuidando que la madera no mate a la fruta
En una época en la que las grandes bodegas españolas, con alguna escueta y honrosa excepción, despreciaban la viña por la facilidad de encontrar a buen precio uvas de buena calidad, Alejandro siempre apostó por el viñedo propio.
También abrió muchas puertas en el exterior y mientras la legislación aérea se lo permitió siempre viajó junto a sus botellas que daba de probar, ante el asombro de todos, en el avión a compañeros de viaje.
Recuerdo cuando presentó sus vinos a un grupo de bodegueros de Burdeos, entre los que se encontraban los propietarios de Angélus, L’Eglise Clinet o Valandraut. Fue hace casi 20 años. Hoy sus vinos se encuentra en las mejores cartas de vino de todo el mundo.
0 comentarios