EL CUERPO DEL VINO
El Cuerpo del Vino - Nancy Guevara Ruiz
Para empezar, todo cuerpo que se precie ha de tener un buen esqueleto, armazón o estructura, que va a determinar su porte y su envergadura. En el vino, el esqueleto lo constituyen las sensaciones sápidas más consistentes -taninos y sustancias amargas-, que hacen que el vino, que es realmente un líquido, parezca tener cierto carácter de sólido.
Aunque la función del esqueleto es imprescindible para que el vino dé la talla, es indudable que un cuerpo excesivamente huesudo no suele ser muy atractivo. Por tanto, ese esqueleto ha de estar suavizado por la carne, que le sirve de relleno y le proporciona unas sensaciones menos ásperas, y más confortables y acolchadas.
En sentido estricto, dentro de esta carne, habría que distinguir entre "músculo" -relacionado con la concentración y la intensidad sápida del vino- y grasas o mantecas -básicamente glicerina y azúcares- que proporcionan al vino su untuosidad: el unto es, precisamente, la manteca.
En consecuencia, se llama vino delgado al que presenta defecto de carne; el austero, sería más atractivo con algunos kilos más; el carnoso no tiene desperdicio; el untuoso nos hace pensar en los placeres (de la carne); al graso le pierde su carácter rubensiano, y al gordo.
No queda aquí la cosa, un cuerpo con un buen esqueleto y su correspondiente músculo, dista mucho de ser perfecto; en concreto, si le falta nervio, más que de cuerpo hay que hablar de "armario". En el vino sucede algo parecido, el músculo y el esqueleto necesitan de una acidez que los anime, que les proporcione garra y carácter.
En realidad, los nervios son una especie de hilos -muy frágiles, por cierto- que comunican los sentidos y los músculos con el cerebro; sin embargo, en el lenguaje usual, el nervio es el tendón, que une los músculos (la carne) a los huesos (armazón). En el vino, el nervio -que como se ha indicado, es la acidez- reúne los dos significados, el técnico y el popular.
En resumen, la acidez proporciona al vino sensación de frescura, vigor, animación, vivacidad; aunque si fuera excesiva puede hacer del vino un tipo nervioso y agresivo.
Terminología
Aguado: Un vino débil, flojo.
Agudo o anguloso: Un sabor áspero, típico de los vinos blancos que necesitan solo tiempo para ablandarse.
Amargo: Acido o avinagrado.
Aromático: Muchos aromas y sabores.
Áspero: Vino con demasiado tanino.
Astringente: Con tanto tanino que ’arruga’ la boca.
Aterciopelado: De características similar al sedoso, pero más sabroso.
Austero: Un vino duro, tal vez por no ser demasiado jóven.
Avanzado: Un vino con más maduración de la debida.
Basto: Un vino áspero, barato.
Blando: se refiere más a los sabores que a la textura, vinos melosos y dulces.
Caliente: Son vinos de alto contenido alcohólico, no equilibrados, típicos de vinos de zonas muy cálidas.
Carnoso: Vinos de sabores rico y de muchos cuerpos.
Cocido: Vinos carentes de frescura.
Correoso: Vino delgado y corriente.
Corto: Sin resabio, puede ser características de vinos de alta calidad.
Delgado: Vinos carentes de sabor y cuerpo.
Delicado: Alta calidad.
Denso: De color sólido, o sólidamente equipado de sabor, habitualmente un signo positivo en los vinos.
Duro: Vinos con mucho tanino, a veces producto de la juventud del vino.
Estofado: Sabores bastos y cocinados, producto de cepas muy maduras o una fermentación demasiado caliente.
Estructura: Es la fuerza que poseen en el vinos los componentes básicos (ácido, tanino, fruta, alcohol, azúcar). Puede ser firme o frágil.
Firme: Bueno en tanino.
Flexible: Redondo, suave.
Fofo: Vinos faltos de acidez.
Fragante: Atractivo y floral.
Garra: Un vino joven y con el tanino como potencial para desarrollarse.
Grasiento: Vino con mucho cuerpo y alto de glicerina, tal vez dulce.
Herbaceo: Con reminiscencias de hojas o césped.
Hueco: Vino con buen sabor inicial y final, pero con falta de tonos entre uno y otro.
Largo: Característica positiva de un vino que su sabor perdura.
Madera: Olor a barril viejo y sucio, en lugar de un olor a barril joven.
Magro: Carencia de una gama de sabores.
Mermelada: Es el sabor a confituras, mas que a frutas frescas, es típico de vinos de climas cálidos.
Neutro: Típico de los blancos baratos, faltos de aroma y sabor.
Oloroso: Fragante, perfumado y floral.
Penetrante: Aromas y sabores intensos.
Perfumado: Idem Oloroso.
Pesado: Término indicado para los vinos de equilibrio cuerpo/alcohol imperfecto, pero es positivo en los vinos vigorosos.
Plano: Sin frescura ni ácido.
Redondo: Sin extremos duros, listo para beber.
Reseco: Un vino pasado al cual los sabores frutados se han secado (marchitado).
Rico: Con intensidad y amplitud de sabor.
Robusto: Vino, habitualmente tinto, con cuerpo y vigoroso.
Sabroso: Habitualmente en blancos jóvenes, el resabio vivaz.
Saciador: Vino con una deliciosa gama de texturas y sabor que llenan toda la boca.
Sangriento: Vinos con sabores generosos, redondo, sin contorno.
Sedoso: Textura suave, encontrada en vinos de alta calidad.
Sidral: En vinos blancos y jóvenes, el burbujeo en la lengua producto del dióxido de carbono.
Simple: Vino sencillo, sano y sin gran distinción.
Sólido: Lleno de sustancias, habitualmente vinos con mucho cuerpo.
Suave: Se aplica a la textura, cuando no se encuentra tanino o acidez en el camino.
Tallo: Aroma amargo, sabor a tallos y caña.
Ternera: Con mucho cuerpo, fornido, con sabor, normalmente en vinos tintos.
Terroso: Vinos con olor a tierra, a grava, mineral, presente en vinos rústicos.
Vegetal: Sabor a repollo, más que a hojas o hierbas. Presente en los Borgoña, tanto tintos como blancos.
Verde: Vino joven y crudo, que puede desarrollar.
Vigoroso: Fresco y muy refrescante, sobre todos los vinos blancos.
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