EL EMOLIENTE
Por: Cecilia Portella Morote
Como parte de una leyenda urbana, los emolienteros son la versión moderna de las tisaneras recordadas en las acuarelas de Pancho Fierro o en los versos acompasados de Alicia Maguiña en Viva el Perú y sereno.
En sendos armatostes de madera, se ubican en las esquinas concurridas de alguna calle limeña o en cualquier noche solitaria de estos otoñales meses, en los que ya asoman esos vientos fríos, a los que nuestra cálida ciudad no está aún acostumbrada.
Una mezcla de cebada, linaza y gotitas de limón, son la base principal de un vaso casi hirviente y muy humeante de este brebaje al que por lo menos en mas de una ocasión hemos acudido por recomendación o por antojo.
Son muchos los beneficios que se le atribuyen a la mezcla en mención, básicamente quienes padecen de males estomacales y renales buscan alivio a través de su consumo. Sin embargo, lo cierto es que su buen sabor también contribuye a hacer de este “remedio”, uno de los más buscados por los dolientes consumidores.
Esta tradicional bebida peruana y su peculiar consumo de forma ambulatoria, pese a tener antecedentes de fines de la colonia, no registra una información exacta sobre su aparición en las calles limeñas y del interior del país. En la actualidad, mucho han tenido que ver los gobiernos municipales en la estandarización de estos puestos y en su ubicación popular.
FORMULAS CASERAS
Cebada tostada, granos de linaza, cola de caballo, limón y otros preparados más, parecen ser la fórmula perfecta de una pócima con poderes sobrenaturales, y no estamos alejados de la realidad al volcar tal afirmación. Pues si bien es cierto que a este refresco, además de ser preparado en casa con estos elementales insumos, en su versión ambulatoria también se le añaden otros tantos que pueden beneficiar a gran parte del organismo, dependiendo de su combinación.
Por ejemplo, tenemos los siguientes aportes: cola de caballo, para la gastritis; sangre de grado –o drago- para las úlceras; boldo, para el hígado; llantén para las inflamaciones; tara, para la afecciones de las amígdalas; alfalfa, para mejorar la hemoglobina; eucalipto, para los bronquios; chancapiedra, para los cálculos renales; uña de gato, con efectos antioxidantes; muña, para el estómago; sábila, maca, y una serie de plantas y hierbas medicinales de nuestra variada y amplia botica natural a la que tenemos acceso de manera generosa.
“Ya en el siglo XIX se describía la bebida de cebada con jarabe de goma como el remedio para algunas enfermedades de la mujer en los libros de medicina de la época.
La mayoría de estos componentes son ricos en fibra y, unidos a la acción de la linaza, ingrediente principal en el emoliente, y una de las mejores fuentes de fibra por excelencia, garantizan una buena influencia en el tránsito y salud intestinal previniendo malestares digestivos y aliviando el estreñimiento” (1).
AL PASO
Entre tantas gratuidades que nos ofrece la Providencia, algo de lo que debemos preciarnos los peruanos, es de la gran cantidad de oportunidades que nos brinda para curarnos y prevenir dolencias. Las semillas, plantas y hierbas medicinales han encontrado en el Perú, un laboratorio natural, que lamentablemente aprovechamos en un bajo nivel.
De ello han sacado ventaja, las boticas, tiendas e industrias que detrás de una marca han sabido aprovechar los beneficios brindados por la naturaleza. El emoliente frío o caliente es una tradicional bebida, que goza de este estatus de bebida medicinal.
A ello debemos sumar, la forma folclórica en la que el emolientero traduce en ceremonia, la preparación y el servicio de su producto. Botellas con extractos y pócimas de colores que, desde jugo de limón, hasta uña de gato, se van sumando en un vaso de vidrio –de esos que se usan para tomar cerveza en chopp- con cebada y linaza provenientes de una olla que sigue hirviendo durante toda la estancia de su autor.
Chancay, bizcocho o pan dulce, acompañan también las tardes o amaneceres de estos emolienteros, que hacen alarde de una gran destreza mientras van sirviendo el humeante vaso requerido.
En vidrio o en envase descartable, con limón, o sin él, mezclado de un lado a otro para enfriarlo ligeramente y no ser presa de sus ardores, el emoliente y el emolientero forman parte de la innegable Lima provinciana, de la que los limeños también sacamos provecho, gracias a Dios...
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