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ENOLOGIA

LA CIENCIA DE MIGUEL BRASCO

MIGUEL BRASCO
"Para aprender bien de vinos hay que ir al supermercado"
A los 80 años, es un reconocido humorista, escritor y dibujante. Pero con la televisión y el auge del consumo de vinos, se convirtió en uno de los principales referentes para hablar de uvas y cepas. Aunque critica la moda impuesta por la publicidad.

POR JUAN MANUEL GAIMARO
jgaimaro@larazon.com.ar

La cita es antes del mediodía en un coqueto departamento de Recoleta y de inmediato surge el lamento por no haberla pautado de noche, en algún bar. Así, la posibilidad de decirle "Dele, pida usted que yo invito" sería un privilegio para dejarse llevar por los conocimientos de un auténtico sibarita, casi en clase particular. Es que uno espera encontrarlo así a Miguel Brascó, el primer y más original crítico de vinos del país, siempre copa en mano y con sus clásicos tiradores y moño adornando una figura que delata su buen vivir. "El moño y los tiradores son como un uniforme. Sin darme cuenta se me convirtió en un look", dice, y aclara que los usa sólo porque así se lo pide la gente: "Lo grave es si estás filmando exteriores en un viñedo mendocino en pleno invierno. ¡Todo el mundo con bufanda hasta la cabeza y yo me tengo que sacar el saco para estar en tiradores!".

Pero es una buena forma de vida. ¿Será por eso que ahora hay una especie de auge del vino?
Es un fenómeno internacional provocado por un marketing norteamericano de posguerra. Lo importante de una bebida es que la gente la tome mientras come. Y el vino es un acompañamiento de la comida desde el Imperio Romano. El fenómeno de tantas cosas vinculadas con el vino no es más que una réplica del fashion, una moda impuesta por la publicidad.

¿Cómo explica entonces el furor de la gente por saber más, o de las degustaciones?
El vino es especial en la comida, fuera de ella es fashion. Las degustaciones son artificiales. El tipo que está así de ''dorapa'', tomando sin comer, diciendo que tal vino tiene aroma a frutos rojos, son macanas. Un circo.

¿Cómo se hace entonces para aprender de vinos?
Es que de vinos no hay que saber nada, simplemente hay que tomarlos. El argentino es un tomador de vino genético, tiene un feeling que viene de sus antepasados. Hay gente que viene y me dice ''yo no sé nada de vinos, nunca tomé en mi vida''. Pero vos le das un vino bueno y otro malo y no le erra nunca. Para aprender de vinos no hay que leer, ir a degustaciones ni a conferencias. Hay que ir al supermercado y comprar una botella, y una más de alguno parecido para comparar.

¿Entonces hay que tomar más?
La cultura del vino se adquiere sola, pero tenés que tener la curiosidad y estar predispuesto a probarlo. No hay ninguna cosa que ayude para nada, hay que probar atentamente, pensar y vincularlo con la comida. Para conocer más de vino hay que tomar más. El que sabe se distingue por la forma en que toma.

¿Usted cuándo empezó?
Desde que era chico. Mi generación no conocía la Coca Cola y los padres nos daban vino con soda. Primero mucha soda y un chorrito de vino, y después más vino y menos soda. La cultura del vino era natural. Pero se rompió esa evolución normal.

¿Varietales o de corte?
No existen los varietales, es un invento. El vino tradicional es mezcla o blend, que da una mayor versatilidad. El cabernet es un vino complicado, difícil, complejo, serio y austero; un merlot es frívolo o gay. Si vos los mezclás obtenés algo mejor. Es como invitar a comer a un tipo serio y a otro gracioso. Entonces tenés una comida equilibrada.

¿Hay normas para tomar vino?
El vino es mejor que cualquier otra bebida para comer, porque es más versátil. No hay ningún plato que no encuentre un vino que lo complemente o lo redondee. Hay normas muy generales que son indicativas pero no taxativas, no te obligan.

¿Incluso tomarlo con soda?
¡Con soda también! ¡Y con hielo también! Aunque es un mal uso argentino para tomarlo fresco. No hay obligaciones ni prohibiciones. Dicen ''tómelo a 16 grados'', pero son todas macanas. Depende de dónde estés: no es lo mismo un lugar con aire acondicionado que un quincho junto a la pileta. El vino se adecua a las circunstancias. Esos preceptos tan ortodoxos son siempre para desconfiar

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