BRUNELLO DI MONTALCINO
Si echáramos una mirada atrás a la historia del brunello di Montalcino, nos daría vértigo. En el año 77, existían unos 20 elaboradores y salían al mercado 700.000 botellas. A finales de los años 80 y comienzos de los 90 el número de productores no alcanzaba los 90, mientras hoy son 252, de los cuales embotellan 208. En este tiempo, la superficie ha crecido a un ritmo tremendo (casi se ha triplicado). En 1990 había 937,16 hectáreas; en 2001 eran 1.492,36 (y casi 5 millones de botellas oficiales) y en 2004 serán 1.944.10 y se habla de hasta 10 millones de botellas, con la consiguiente bajada de precios en muchas casas de grandes producciones o desconocidas que buscan mercados.
Este crecimiento de la superficie dedicada a viñedo no hace sino alimentar dudas sobre la selección que ha permitido la denominación de origen, autorizando plantar cepas en terrenos que nunca han sido considerados de calidad para una casta omplicada y esquiva como la sangiovese grosso o brunello.
El problema es que buena parte del mercado se acaba de incorporar al conocimiento de estos vinos y sus ideas nada tienen que ver con aquellas que se llevaban en los años 70 e incluso a mitad de los 90 y, queramos o no, el gusto del cliente de hoy no es como el de décadas pasadas.
Cada vez hay más estilos distintos de vino y formas de interpretar cómo deber ser un buen brunello. No hay un tipo, a diferencia de lo que sucedía hace unos años, reconocible y eso desconcierta cada día más al público y al catador. La variedad siempre se ha adaptado a la perfección al tonel grande de roble de Eslavonia (Croacia), al que se ha acusado de forma errónea de producir vinos rústicos. Hay elaboradores tradicionalistas que han cambiado su estilo y su idea del vino; la sangiovese siempre ha tenido un color abierto incluso con rendimientos bajos y se encuentran ejemplos de un cambio sustancial; tradicionalistas que elaboraban un vino fino y elegante con poco color y hoy producen otros de color oscuro, casi opaco, y de tanino corto y no largo como ha sucedido siempre. Entre los vinos de concepción moderna los hay que son la representación de grandes supertoscanos de la zona del Chianti pero alejados de aquello que siempre caracterizó a los brunellos: pocos antocianos, seducción aromática, complejidad, capacidad para sorprender y envejecer y un tanino rugoso por pulir.
Las más de 20.000 hectáreas que comprende el territorio son de suelos y climas heterogéneos. La maduración no es igual en los alrededores de Montalcino, con sus terrenos de 'galestro', que en los más meridionales arcilloso-calcáreos al sur del pueblo. La diferencia puede llegar a los 15 días de anticipo de una zona a otra, sufriendo más la sequía y los efectos del calor las viñas situadas al sur.
Son legión los productores que han adquirido hectáreas de viña en los límites del valle de Orcia en la novedosa y pujante DOC Montecuco. Muchos de ellos no han construido bodega en la zona y llevan la uva a Montalcino para vinificarla con las consiguientes dudas. La calidad media ha subido pero sin grandes alardes, la acidez es menos agresiva que antaño, con una paleta aromática que no alcanza la misma complejidad.
El brunello es uno de los vinos más difíciles de valorar en una cata ciega cuando las botellas acaban de salir al mercado o están a punto de salir, aunque no tanto como los barolos. Un par de años antes o un par después se mostrarán más accesibles pero en esta fase la mayoría están cerrados y alejados de resultar placenteros. La oxigenación les favorece porque necesitan tiempo para mostrarnos sus verdaderos valores. No hace muchos años, los elaboradores te recomendaban decantarla un día antes. Ahora no se llega a esas solicitudes pero sí que se sugiere hacerlo con unas horas de anticipo.
La añada 2000 había sido prometedora respecto a las expectativas de ese año de tremendo calor y viñas al límite del stress. Se pensó incluso la autorización de un riego de emergencia que finalmente no fue permitido.
Ha sido una cosecha con un invierno y una primavera lluviosos; a mitad de abril, las heladas redujeron de forma considerable la producción. Durante el verano las condiciones fueron espléndidas, con días calurosos -sin alcanzar las temperaturas de 2003- y noches frescas, con una diferencia térmica importante, que permitieron una lenta maduración de la uva. Para algunos enólogos fue de ensueño y una de las mejores que se recuerdan junto al mítico 85.
Pero, en mi modesta opinión, la añada 2001 no ha cumplido las expectativas creadas. No por las posibilidades en sí de la cosecha, que ha sido extraordinaria, sino por la interpretación de los actores que no ha estado al nivel de su potencial. En líneas generales, cuando se prueban hoy los 99 no parecen inferiores,con una evolución magnífica en botella, y las dos son netamente superiores a la 97, muy sobrevalorada en su momento.
Los mejores vinos presentan unos taninos maduros y elegantes, una amplitud de aromas interesante y son complejos; la fruta en sazón y una buena capacidad para mejorar con el paso del tiempo junto a otros bastante maduros para su juventud y que se pueden comenzar a beber ya.
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