PROTEO, EL VIÑATERO DE EGIPTO - 01
Por: Jaime Ariansen Céspedes - Instituto de los Andes
La historia del Vino - Dionisos - Cap: 19
El tercer jueves de Junio del año de las siete lunas, no paso nada trascendente, era un día gris, oscuro, lleno de sombras, lento y silencioso. Nanite, la partera había bostezado mas de lo acostumbrado esperando el nacimiento de un nuevo ser. Fenice, la joven parturienta, no se acordaba como lo había concebido, tampoco nadie se tomo la molestia de averiguar quién era el padre. Cuando la princesa noto los signos inequívocos de su embarazo, por extrañas razones o circunstancias no le importo lo mas mínimo y cuando naturalmente le comenzó a desarrollar el vientre, tampoco sus familiares y amigos le hicieron ningún comentario o pregunta, por que al parecer nadie lo notaba.
Por eso, era comprensible que esa tarde del alumbramiento, todos ignoraran el hecho. Cuando nació Proteo, casi no lloro - el silencio seria unos de sus signos durante toda su vida - la nodriza Nanite lo deposito con displicencia en una canasta y comenzó a limpiar y atender a Fenice, cuando termino su tarea, la joven princesa ya se había quedado dormida y todos salieron del cuarto para dejarla descansar. Recién al día siguiente alguien se percató de un ligero ruido y movimiento en la canasta que había quedado olvidada en un alejado rincón de la habitación.
En la infancia de Proteo no sucedió nada importante, parado en su cuna estiraba sus brazos en clara señal de invitación para que lo carguen, tantas horas estuvo en tan infructuosa tarea que sus brazos le fueron creciendo mas de lo natural y junto con sus alargadas orejas, filuda nariz y enormes ojos oblicuos conformaban una extraña y desgarbada figura que podría haber causado risa o cuando menos extrañeza, pero como todos lo ignoraban, solo el notaba lo diferente de su apariencia, comparándose con los otros niños del Olimpo que revoloteaban a su alrededor.
Años después y cuando alguna vez lo dejaban jugar a las escondidas con la pandilla, podía estar horas o días acurrucado en un rincón sin moverse, sin que nadie lo fuera a buscar, cuando se cansaba de esperar, se quedaba dormido - tantas horas - que fue perdiendo completamente la noción del tiempo y podía estar quieto en algún lugar un día o un mes.
Poco a poco se fue alejando de toda actividad social, comprendió lo inútil del esfuerzo para incorporarse al grupo y acepto que debía de estar solo. Pensaba, soñaba, se aburría y se quedaba dormido, las horas y los días, se repetían lentamente en su delante, como un fantasmagórico ejercito marchando hacia la eternidad.
Con el propósito de no ser molestado, mientras estaba quieto en algún lugar, se cubría con un manto ámbar de absoluta ociosidad y luego iba adquiriendo el color de las cosas que lo rodeaban y después la forma, de manera que en pocos momentos sé mimetizaba completamente con el entorno y podía estar en cualquier lugar sin ser notado. Llego a dominar con tal perfección esta magia de la transformación que podía convertirse en cualquier cosa, hasta en agua que en el agua es invisible.
Un día que estaba dormido en un prado, integrado al bucólico entorno del follaje y al fresco manantial, fue despertado por una pareja de jóvenes amantes, que sin percatarse de su presencia, se habían acomodado cerca, para jurarse amor eterno mientras intercambiaban miles de atrevidas caricias. Proteo se divirtió como un espectador privilegiado con esta escena de la vida real, y lo que empezó como un simple juego voyerista, se fue convirtiendo en su principal actividad, escuchar y ver sin ser advertido.
Espiaba todo tipo de reuniones, políticas, sociales, comerciales y poco a poco fue adquiriendo una formidable información y por simple asociación de su desarrollada inteligencia, podía predecir lo que lógicamente iba a ocurrir, ese fue el inicio de otra de las características de su vida, conocer el pasado, el presente y predecir el futuro, es decir un oráculo en vivo y en directo.
Conocía las opiniones de los diversos personajes sobre alguna persona, o circunstancia, como habían realmente sucedido las cosas y la participación de los protagonistas y lo más importante, lo que planeaban hacer en el futuro. Se sorprendía con algunas fidelidades y con las miles de traiciones, aprendió a reconocer el sabor, el olor y color de las envidias, de las mentiras, de las preferencias, de los odios, de las injusticias y de miles de apasionadas acciones individuales que le daban una posición estratégica y privilegiada de información y conocimientos.
Un día, recibió una tarjeta oficial de citación para la repartición de tareas, ceremonia que se realizaba, con gran pompa y boato, una vez al año en el Olimpo, en ella participaban los jóvenes que alcanzaban la mayoría de edad. Proteo llegó temprano a la reunión, pero naturalmente ocupo el final de la cola, mientras que tímidamente observaba como el jurado presidido por el mismo Zeus asignaba los más diversos encargos entre los jóvenes del Olimpo. (Continuara)
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