La historia del aguardiente - Bebida nacional de los países escandinavos, comenzó en Italia cuando se intentaba encontrar el elixir de la vida eterna
La historia del aguardiente comienza en el siglo XIII, no en Escandinavia sino, curiosamente, en Italia. En la búsqueda de un elixir que asegurara la vida eterna, los científicos de aquel entonces dedujeron que aquel podría extraerse del espíritu mágico presente en el vino. Así empezó la destilación que dio origen al aqua vitae o agua de la vida. A medida que el arte de la destilación se difundía por toda Europa medieval, el aqua vitae pasó a ser el eau de vie en Francia y el usige beatha (que en gaélico significa whisky) en las islas británicas.
Cuando el aqua vitae llegó a Escandinavia a fines del siglo XV, se seguía produciendo, exclusivamente, del vino. Pero como la vid no crece en climas fríos, el vino tenía que importarse, lo que convertía a esta bebida en un producto exótico y costoso, utilizado principalmente como medicina. Al no lograr la inmortalidad, al aguardiente, o branvin (vino quemado) -como también se lo conocía-, se le atribuyeron maravillosos poderes curativos.
Cura milagrosa: En un principio, a estos primeros brebajes espirituosos se les agregaron especias que luego se las combinó con hierbas para aumentar su potencial medicinal. Se creía que el aguardiente curaba una amplia variedad de dolencias, desde verrugas hasta pestes. Por cierto, no había nada que no curara, hasta el alcoholismo. Además, su uso no se limitaba a los humanos: si se enfermaba un caballo, esta mágica poción era capaz de restablecer la salud y la felicidad del animal.
A veces se le agregaban otros ingredientes, además de las especias y las hierbas. Un mejunje, recomendado por médicos y sacerdotes por igual, incluía un diente de ballena, marfil, coral rojo y un cuerno quemado de venado. Otros incorporaban nuevos elementos, como ojos de pescado, tabaco, huesos extraídos de esqueletos humanos, y el rocío de la mañana que recogían en una sábana el Día de San Hans.
La transición de medicina milagrosa a estimulante nacional tuvo lugar después de que los soldados suecos que peleaban en Rusia aprendieron de sus adversarios cómo extraer el alcohol de los cereales. En esos momentos, todo aquel que tenía un trozo de tierra podría tener su propia destilería.
Cien años más tarde, en el siglo XVIII, hubo otro descubrimiento importante: se podían utilizar papas en lugar de cereales. De ahí en más, con la papa como fuente principal, la producción de aguardiente tuvo un gran aumento, especialmente en Suecia, pero también en los demás países escandinavos. Se probaban diversas mezclas para darle sabor, y cada provincia desarrollaba su propia fórmula. La sobriedad nacional se fue a pique, pero la calidad del licor repuntó.
Cuestión de caballeros: En Suecia, en el siglo XVIII, los caballeros acostumbraban a reunirse por separado de las damas antes de una comida y beber unos tragos de la llamada mesa de brannvinsbor, o de aguardiente. Allí se servían diversas clases de aguardiente de un barril de grifos múltiples y relucientes, acompañadas por una pequeña variedad de aperitivos, como arenque ahumado, adobado o en escabeche. Con el tiempo, más y más manjares se fueron incorporando a la mesa y, para fines del siglo XIX, las mujeres fueron invitadas a compartir este aperitivo con los hombres. El brannvinsbord se había expandido hasta conformar la profusión de platos que hoy conocemos como el smorgasbord sueco.
Las variedades más conocidas de aguardiente son: el de alcaravea, anís, hinojo, naranjas, pero hay muchos otros, de eneldo, cilantro, canela, baya de saúco, mirto, grosellas, y muchos más.
Las marcas que se conocen hoy en día, muchas de ellas presentes en el mercado desde el 1800, reflejan las preferencias nacionales y regionales. Por ejemplo, la gente que vive en la costa occidental de Suecia prefiere la fragancia fresca y dulce de las bayas de saúco que se encuentra en su marca local, Halland Flader; los fineses, en cambio, se inclinan por la canela; y los daneses, por la alcaravea.
Suecia, el mayor productor de aguardiente, elabora alrededor de 20 marcas diferentes. Una de sus más vendidas y que además constituye el principal producto de exportación del país es la O.P. Anderson, un verdadero clásico, aromatizado con alcaravea, anís e hinojo. Otra marca popular, la Skane Aquavit, es de gusto similar, pero contiene menos especias.
A pocas aguardientes se les da un toque de jerez; otras se suavizan con eau de vie o pequeñas cantidades de bourbon. Para darle cuerpo y calidad, la mayoría de las aguardientes se estacionan alrededor de seis meses, algunas en barriles de vino. Lyshollm, una aguardiente suave de Noruega, se coloca en barriles de jerez.
Cruzar el ecuador: Linie Aquavit, de origen también noruego, cruza dos veces el ecuador en barriles de roble, una costumbre que comenzó a partir de un hecho fortuito hace cien años. Un hombre de negocios noruego radicado en Australia, a quien la vida le resultaba intolerable sin su bebida nacional, encargó un cargamento de aguardiente elaborado en Noruega. Para cuando le llegó la carga, en barriles de roble, el hombre estaba en quiebra, por lo que la mercancía tuvo que ser devuelta. Para sorpresa de todos, la larga travesía y el zangoloteo de los barriles en la bodega del barco habían mejorado el sabor de la bebida. Y así nació Linie, un aguardiente que tiene que cruzar la línea, del ecuador. Desde que se acompañaba con bocadillos de arenque, se comprobó que el aguardiente es una de las pocas bebidas alcohólicas que va bien con todo tipo de pescados, mariscos, platos picantes y con la cocina oriental.
Volviendo al brindis sueco, durante siglos este pueblo, amante de las ceremonias, conserva un sistema elaborado para degustar su bebida nacional.
El anfitrión comienza dirigiéndose a todos sus invitados. Luego, comienzan los brindis individuales, en el que la antigüedad o el rango desempeñan un papel crucial. Por ejemplo, un teniente jamás precede a un capitán; pero, si el capitán lo honra con un brindis, éste se lo retribuye.
La copa de aguardiente se alza y se mira a los ojos del invitado de la derecha después del primer sorbo, siguiendo la iniciativa del anfitrión. |
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