| Las preparaciones más típicas de la cocina nipona maridan muy bien con vinos blancos de alta acidez.
| | En el caso de la cocina china, la mejor opción es un espumoso (un champán o un cava).
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El boom que las cocinas orientales ha vivido España en los últimos años ha hecho que nuestro paladar se adapte a nuevos sabores y texturas: tersos pescados crudos, intensos arrebatos de picantes y especias, untuosas salsas agridulces… Propuestas culinarias que, normalmente, no están concebidas para ser disfrutadas con vino. Sin embargo, nuestro paladar latino está culturalmente muy apegado al consumo del caldos a la hora de comer. Una circunstancia que hace que, debido a un mal maridaje, la experiencia ‘gastronómico-oriental’ resulte errática, incluso desagradable, si no se escoge el vino adecuado. Por ello, es preferible tener en cuenta una serie de pautas si se quiere disfrutar mejor de las fascinantes cocinas orientales junto a una buena copa de vino.
Champán y cava con la cocina china La más difundida de todas es la cocina china (aunque, a ciencia cierta, en China conviven innumerables gastronomías), donde la salsa de soja y los matices agridulces complican sobremanera la armonía con los vinos. En este caso, la mejor opción es un espumoso, un champán o un cava capaz de acompañar sin exabruptos los platos más delicados (como los dim sum, las empanadillas al vapor) o debatirse en la mesa con las salsas más pesadas y las frituras. Aunque no es imprescindible descorchar una cuvée de gran categoría: un blanc de blancs (monovarietal de chardonnay) sirve para refrescar el paladar, sin que los platos pierdan su identidad.
Blancos aromáticos para las delicias niponas Quizás sea la japonesa la gastronomía menos problemática en este sentido, debido al tipo de cocciones (o por la ausencia de ellas en el caso de sushis y sashimis). Si no se abusa del wasabi –la pasta de raíz picante, fundamental en cualquier mesa nipona- o de la salsa de soja, los pescados crudos maridan perfectamente con vinos blancos de alta acidez, como los gallegos (como los albariños de las Rías Baixas, pero también los deliciosos Valdeorras, de uva godello, o incluso los frescos vinos de Ribeiro). En cuanto a las recetas más complejas, como la tempura (la fritura de origen portugués), el tepanyaki o el maguro (atún macerado con picante), la mejor opción es un blanco aromático alsaciano o alemán: riesling, muscat, gewürztraminer...
Blancos con crianza para la complejidad thaï Por fin, cava y champagne son también vinos 'todoterreno' para acompañar las gastronomías del sudeste asiático: Vietnam, Corea, Tailandia, Malasia… Con algunas puntualizaciones: en el caso de la cocina thaï, compleja y refinada –que emplea generosamente las especias, el coco, los picantes y las hierbas-, los matices pueden dar cabida a un blanco de crianza con cierto cuerpo, como un Rioja fermentado en barrica, un verdejo de cierta entidad o incluso un viognier de nueva generación.
Tintos con pato laqueado Ante estas propuestas, los amantes de los clásicos Rioja, Ribera del Duero y demás regiones se preguntarán si los vinos tintos quedan descartados a la hora de ir a cenar a un restaurante oriental. Por lo que hay que aclarar que también un tinto de media crianza (con sólo tres o cuatro meses en barrica) se asocia con elegancia a una carne adobada y cocida a la plancha, al estilo coreano. E incluso uno mediterráneo (de uva monastrell o bobal, como los que se elaboran en el Levante o Murcia) funciona bien con el pato laqueado, el plato estrella en muchos de los restaurantes chinos que enriquecen la agenda gastronómica. Fuente: Hola - España. |
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