EL PISCO EN CALIFORNIA - 01
Pisco es el nombre del bar que en mayo del 2008 abrirá sus puertas en el corazón de San Francisco. "Es un nombre buenazo", dice el chef estadounidense James Schenk, artífice de la idea. Pero pisco es más que un nombre buenazo. Pisco es una palabra complicada, es un pájaro, es una rara botella de barro, es un puerto peruano, es un pueblo chileno, es un aguardiente destilado de jugo fermentado de uva original del Perú, que también se prepara en Chile, ergo, fuente actual e infinita de disputas comerciales y emotivas entre ambos países. La idea de James Schenk no es solo la de aprovechar la polisemia del pisco que, a paso lento y conflictivo, se ha empezado a extender por el mundo. La idea es también rescatar un poco de la historia de California. La idea es recuperar la magia del Bank Exchange and Billiard saloon, el bar más importante de San Francisco entre 1953 y 1920. La idea es revivir el que otrora fue el trago insignia de la ciudad: el Pisco Punch. Porque, en San Francisco, a mediados del siglo XIX y principios del siglo XX, se tomaba pisco. Pisco del Perú. Con el perdón de los chilenos.
California era todavía colonia española, una suerte de patito feo del virreinato de Nueva España, cuando la Madre Patria se vio remecida por dos hechos importantes: Napoleón se había metido en su territorio y los criollos querían la independencia en el suyo. En medio de tanto caos, la pobre California cayó en el olvido. Fue entonces que desde el sur, los peruanos, que no siempre fueron tan malos para los negocios, pusieron el ojo en la bala, lo arriesgaron todo, y empezaron a comerciar con el patito feo del norte. ¿Qué buscaban? Dos cosas: Cebo para velas y pieles. Elementos fundamentales para la minería, espinazo de la robusta economía peruana de ese entonces. ¿Qué llevaban? Productos de primera calidad y artículos de primera necesidad. ¿Pisco? Por supuesto. En Perú se venía haciendo desde el siglo XVII. Al ver que el business mejoraba, los yanquis, que todavía se encontraban bien apretados al este, y que estaban fregados porque Inglaterra ya no quería negociar con ellos, decidieron abrir nuevas rutas comerciales con California y con China a través del Cabo de Hornos. El patito feo empezaba a convertirse en cisne.
José Antonio Shiaffino, chef peruano, sostiene que lo más probable es que le pisco haya llegado a California a través de los peruanos que emigraron contagiados por "la fiebre del oro", a bordo de los barcos que venían desde Nueva York abarrotados de yanquis aventureros, sedientos de pepitas y oro en polvo. Sin embargo, lo cierto es que la primera importación documentada de pisco a California data de 1830. Y, la más importante, fue la que llegó a San Francisco desde Paita, un puerto al norte del Perú, en 1839, en el buque inglés "Daniel O'connell". El capitán: Andrés Morcilla. La carga descrita: Pisco o Italia, un fino licor producido en un lugar llamado Pisco (ciudad peruana); sombreros de vicuña (chuyos: gorros de lana utilizados por los pobladores andinos) y ponchos. Todo esto, nueve años antes de que, Samuel Brenan, corriera feliz por las calles de San Francisco con una botellita llena de oro en polvo en las manos, dándole inicio a "la fiebre del oro".
El "brandy peruano", así le llamaban en ese tiempo, llegaba en unas botellas de barro de 2.5 a 3 galones llamadas piskos, diseñadas por los alfareros de un pueblo preincaico del mismo nombre para su transporte a lomo de llama. Dos preguntas de rigor. Uno: ¿A dónde iba a parar el pisco que llegaba a San Francisco? Y dos: ¿quién empezó a preparar ponches con pisco? Respuesta 2 en 1: En 1837, el suizo, ex-marino, barman y autodidacta, Jaques Vioget, llegó a establecerse a California, en ese entonces ya parte del México recién independiente. Con suerte recibió en concesión unas tierras del gobierno en un pueblito llamado "El paraje de la yerba buena". Como no había mucha gente en el lugar (menos de mil habitantes), el suizo se transformó en el primer agrimensor de la zona. Trazó y nombró algunas las primeras calles de la futura San Francisco, dibujó un mapita y, al ver que no había lugar donde divertirse como Dios manda, abrió el primer bar, salón y billar de la ciudad. En su lista de tragos figuraba el pisco como un licor exótico venido de tierras lejanas. Cinco años más tarde, en 1843 para ser exactos, llegó la enfermera y curandera peruana María Torres. En realidad, llegó gracias al capitán Stephen Smith, que se casó con su hija en el Perú y se las trajo a California. Al momento de buscar tierras donde establecerse, se cruzaron con Jaques Vioget y le compraron unos terrenitos muy cerca de su bar. María Torres pronto se hizo conocida entre los vecinos y marineros de paso con un ponche de leche a base de pisco y con una bebida que llamaba "las once" compuesta de pisco, agua, azúcar, limón y, piña. Atar cabos. Inevitable.
Cuando se desató "la fiebre del oro", California que, previa guerra y firma de tratado, ya era parte de Estados Unidos, se convirtió de un día para otro, en un hermoso cisne dorado que atraía el interés de todo el mundo. La inmigración no se hizo esperar. Estadounidenses, mexicanos, peruanos y chilenos, fueron los primeros en llegar. Después los europeos, los australianos y los asiáticos se unieron a la histeria dorada. Todos querían un pedazo de río, un túnel que los hiciera millonarios. Los barcos arribaban por decenas cargados de productos y aventureros. El comerció creció como nunca antes. El pisco, que ya tenía un lugar ganado, empezó a importarse con más fuerza que nunca. En 1849, en el periódico Alta California, aparecen sendos avisos en los que se habla de cargamentos de pisco que llegaban a bordo de barcos peruanos.
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