EL LENGUAJE DE LA CATA
Algunas consideraciones sobre la cata de vinos
En demasiadas ocasiones se abusa de un lenguaje extremadamente barroco para comentar las características de un vino, consiguiendo el efecto contrario del que pretendemos.
Fructuoso López-Vaquero. Enólogo.
Ahora que parece ir en serio la divulgación de las catas de vinos, me gustaría hacer algunas consideraciones sobre las mismas.
Según mi modesta opinión, en demasiadas ocasiones se abusa de un lenguaje extremadamente barroco para comentar las características de un vino, consiguiendo el efecto contrario del que pretendemos. Yo he oído... los aromas de este vino me recuerdan a la flor tal ¿?, a punto de abrirse una mañana temprano en la cara sur del monte cual ¿? situado en aquel lugar que nadie conoce, incluida la persona que así se expresaba.
Un ejemplo de esto que decimos lo tenemos, sin ir más lejos, en esta rebuscada nota de cata con la que una conocida tienda de vinos acompaña la promoción de uno de sus productos esta semana: “vino con esqueleto definido y estructurado, de formas angulosas que denotan sobriedad. Se manifiesta discurso prudente de forma sumisa y callada en sus primeros estadios pero se deja sentir en la boca la fortaleza de sus taninos ensamblados y de poderoso equilibrio”.
Cada cual puede expresarse como quiera, ¡faltaría más!, pero quien esto suscribe está de acuerdo con Fernando García del Río, autor de ‘El Libro del Catador de Vinos’, cuando manifiesta: “el mundo de la divulgación peca de un cierto hermetismo…, ante el barroquismo del lenguaje de los expertos, el aficionado se siente intimidado, acaba dándose por vencido y llega a pensar que el saber de vinos debe ser reservado a unos pocos elegidos”.
Hay que romper el sentido elitista y barroco con que algunos han pretendido rodear el mundo del vino.
Dice Emile Peynaud, de quien se dice es el "padre" de la nueva enología, que catar es el arte de utilizar nuestra memoria para encontrar gustos y olores que conocemos, del mismo modo que la vista reconoce las letras que aprendió. Catar es intentar ponerle cara a un nombre que tenemos en la punta de la lengua. A veces la imaginación suple la falta de memoria; en ese caso ya no es cata, sino arte oratorio.
En definitiva, lo que pretendo decir es que "entender" de vinos es más sencillo de lo que algunos quieren hacer ver, porque en definitiva, el encuentro con el vino es siempre una experiencia personal en donde no es posible la uniformidad. El vino es todo un mundo de sensaciones y cada cual es muy dueño de las suyas.
Por nada del mundo quisiera dar la impresión que el vino no tiene su cultura, por supuesto que sí, y mucha. Es importante tener en cuenta que "el lenguaje enriquece el pensamiento", conocer el vocabulario no sólo nos ayuda a descubrir lo que sentimos, sino también a sentir lo que sin disfrutar del léxico apropiado, pasaría inadvertido.
No hay que olvidar que el vino es en gran medida arte, y como algún flamenco ha dicho refiriéndose al cante jondo: "El arte se ha hecho para ser sentido y no para ser comprendido". ¿Sabía leer un pentagrama el gran Camarón de la Isla? sin embargo solamente con escribir su nombre me emociono...
En las catas que yo imparto, los momentos más interesantes e intensos se producen cuando los alumnos pierden la timidez y dan su opinión acerca de los vinos que estamos degustando. Se pone de manifiesto lo que un día me dijo Carlos de la Morena, periodista y enófilo: "El vino es el mejor lubricante social".
Otro día, si me lo permiten, daremos algunos conceptos de cata y de calidad de vinos, pero en general "el mejor vino es el que más me gusta", que es con el que estoy brindando por El Correo del Vino y por todos sus lectores.
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